Neurofisiología del dormir
La ciencia biológica contemporánea ha confirmado una verdad sabida por todas las culturas antiguas: la actividad rítmica es una de las propiedades fundamentales de todo ser vivo. Entre los mamíferos, particularmente, existe una gran cantidad de ritmos biológicos relacionados con la conservación de la especie y del individuo. Fundamental para mantener el equilibrio neurológico del individuo es la alternancia sueño-vigilia.
En el ser humano, el ciclo sueño-vigilia está dentro del ritmo circadiano, de 20 a 28 hs diarias, y durante el dormir se produce gran concentración de serotonina en el cerebro (la hormona del bienestar emocional). Estudios actuales de laboratorio demostraron que un hombre/mujer al cabo de unos días de ser interrumpidos en el dormir y privados de al menos seis horas diarias de sueño, comenzaban presentar muestras de creciente irritabilidad y menor dominio de la impulsividad. Al terminar las interrupciones del sueño, los sujetos sometidos a experimentación parecían intentar recuperar el sueño perdido, durmiendo de corrido más de lo habitual. Hoy se considera indiscutible que el dormir ―actividad en la que se incluye el soñar― goza de gran importancia para mantener el equilibrio psiconeurológico. No en vano el ser humano dedica un poco más de un tercio de su tiempo vital a dormir.
Cuando dormimos nuestra conciencia del mundo exterior se debilita, permaneciendo sólo de modo residual, lo que posibilita que podamos despertarnos, por ejemplo, al ser llamados por nuestro nombre. Durante el dormir, la capacidad de vigilia y adaptación tienden a ser nulas; disminuye el tono muscular y aumenta la relajación de la musculatura, excluyendo los esfínteres; y aumenta el metabolismo cerebral.
El dormir se produce en dos fases neurológicas, en las cuales abandonamos el mundo de la consciencia para pasar al mundo del sueño. El electroencefalograma (EEG) permite distinguir: 1) la fase de sueño rápido, en la que se observan ondas cerebrales rápidas y movimientos oculares rápidos (de allí que se la denomine en siglas fase MOR, o REM en inglés); y 2) la fase de sueño lento, en la que se observa lentitud de ondas cerebrales (fase SOL: sueño de ondas lentas, o fase no-REM).
Al parecer, la alternancia de ambas fases a lo largo del dormir permite descansar alternadamente cerebro y cuerpo. Durante la fase de ondas rápidas y movimientos oculares rápidos (REM) se producen las imágenes oníricas, lo que llamamos propiamente el sueño, disminuye el tono muscular y aumenta la relajación corporal, y es más difícil despertar que en la otra fase. Empero, durante la fase de sueño lento (no-REM), disminuye la producción de imágenes, el durmiente suele cambiar de posición corporal, y es más fácil despertar que en la otra fase.
Durante el dormir nocturno ordinario ―de aproximadamente 7 hs. promedio― en las neurociencias (Aballone, 1971) se distinguen las siguientes nueve fases generales:
120 min. de sueño lento (no-REM);
17 min. de sueño rápido (REM);
100 min. de sueño lento (no-REM);
21 min. de sueño rápido (REM);
48 min. de sueño lento (no-REM);
22 a 28 min. de sueño rápido (REM);
48 min. de sueño lento (no-REM);
22 a 28 min. de sueño rápido (REM);
y, finalmente, sobreviene el despertar.
Cabe destacar que en las fases del dormir, el sueño se hace progresivamente más profundo. Las imágenes que se producen en la fase 8, de movimiento oculares rápidos, justo antes del despertar, son las que comúnmente solemos recordar y no tanto las producidas en las fases de sueño lento anteriores.
En la primera fase se produce el llamado estado hipnagógico. Consiste en la transición de la vigilia al sueño acompañada por la curiosa aparición de imágenes que, a veces, el sujeto confunde con percepciones del mundo externo. Las imágenes que se perciben en esta fase son algo así como ilusiones volátiles, inconexas, que apenas guardan relación entre sí y que, además, a diferencia de los sueños propiamente dichos, no poseen relación con nuestras experiencias cotidianas, y carecen de importancia hermenéutica (para la interpretación). Este fenómeno se produce antes de entrar en sueño profundo, y ocasionalmente también unos minutos antes del despertar.
Funciones psíquicas del sueño
Desde el punto de vista psicológico, el sueño goza de gran importancia. Así, por ejemplo, para Sigmund Freud el sueño era el guardián del dormir. Con esa expresión, Freud se refería a una de las funciones del soñar: integrar los estímulos externos (sonidos, luces, aromas...) e internos (sensaciones corporales, sed, hambre, calor...) dentro de una narración onírica a fin de favorecer que el sujeto siga durmiendo, en vez de despertar y romper la continuidad de este importantísimo proceso neuropsicológico. Por ejemplo, soñar que tomamos agua hasta saciarnos, cuando dormidos sentimos sed.
Yendo más allá de Freud, Carl Gustav Jung consideraba que en los sueños la función de custodiar el dormir fisiológico estaba subordinada a otra función, más importante, la compensación intrapsíquica; dice:
«Los sueños protegen el dormir cuando es posible, es decir, obligados por la necesidad y automáticamente bajo la influencia de ese estado; pero también saben interrumpirlo cuando su función lo requiere, esto es, cuando sus contenidos compensatorios tienen una intensidad suficiente para suspender el curso del dormir. Un elemento compensatorio es particularmente intenso cuando tiene una importancia vital para la orientación de la conciencia». ~ Jung (1954)
En efecto, para Jung, el sueño tiene como función principal mantener el equilibrio y la autoregulación psíquica. A través del sueño, se llevan a cabo en el interior del sujeto, como en un laboratorio alquímico, sostiene Jung (1954), procesos orientados a la compensación y, complementariamente, a la reparación emocional. Mediante su función compensadora, los sueños procuran restablecer el equilibrio psíquico, manifestando, mediante los productos oníricos —las imágenes de los sueños— lo opuesto a la actitud unilateral de la conciencia. Por ejemplo, no sería extraño que una persona demasiado puritana soñara con todo aquello que rechaza y condena, incluso podría soñarse ejecutándolo directamente, aunque lo más usual es que el soñante se proyecte a sí mismo en otros personales del sueño. En suma, «la compensación representa una adecuada auto-regulación del organismo psíquico» (Jung, 1954).
Desde la perspectiva junguiana, el inconsciente del soñante es el que, mediante el sueño, restablece un cierto equilibrio psíquico mostrándole un mensaje al soñante ―mediante un espejo de imágenes― sus posturas conscientes extremas y unilaterales.
«Es así que el sueño se convierte en una autorepresentación espontánea de la situación actual de lo inconsciente expresada en forma simbólica (...) El sueño nos comunica, por lo tanto, en un lenguaje simbólico ―vale decir con representaciones sensoriales e intuitivas― ideas, juicios, concepciones, directivas, tendencias, que a causa de la represión o por pura ignorancia eran inconscientes». ~ Jung (1954)
La compensación, sin embargo, aunque es la principal de las funciones del sueño, no es la única. Jung también distingue funciones no-compensadoras y sus consiguientes tipos de sueño:
Función prospectiva (futuro). Produce sueños de ensayos de decisión, por consideración al futuro. La mente se anticipa imaginariamente a una situación importante que requiere del sujeto una decisión ó determinación, a fin de ensayar la mejor solución.
Función reductiva (pasado). Produce sueños cuyo contenido tiene que ver con material reprimido o ignorado por el soñante. Posee una orientación al pasado.
Función reactiva. Produce sueños que reflejan ciertas experiencias traumáticas. Estos sueños suelen repetir acontecimientos altamente estresantes, a fin de desensibilizar, paulatinamente, al soñante respecto del impacto emocional que provocó dicho acontecimiento, hasta que pueda aceptarlo sin verse sobrepasado ó desbordado por la intensidad afectiva del mismo.
El fenómeno telepático. Jung admite la posibilidad de que ciertos sueños expresen acontecimientos que se producen a gran distancia del soñante. No son comunes, y tampoco es fácil discernir si un sueño es telepático o compensatorio o de otro tipo, sino hasta después que se verifique el cumplimiento de lo soñado.
Finalmente, aunque es común relacionar al dormir con el descanso nocturno, sin embargo, mientras el cuerpo descansa, el cerebro sigue trabajando, especialmente durante la fase de sueño rápido, en que se produce una gran actividad intrapsíquica. Y los productos oníricos no carecen de significado. Parafraseando al Talmud, un sueño sin interpretar es como una carta sin abrir.
Hasta la próxima,
Marcelo Aguirre
Referencias
Aballone, J. C. (1971) Psicofisiología. Buenos Aires: Talín.
Jung, C. G. (1954) Energética psíquica y esencia del sueño. Buenos Aires: Paidós.
Comments